
EL HONOR Y EL VALOR NO SE OLVIDAN: A 38 AÑOS DE LA GUERRA DE MALVINAS

El 2 de abril de 1982, tropas argentinas desembarcaron en las islas Malvinas con el fin de recuperar la soberanía que en 1833 había sido arrebatada por fuerzas armadas de Gran Bretaña. A pocos días del desembarco y toma de las islas por parte de la tripulación argentina, la entonces primera ministra de Inglaterra, Margaret Tatcher, envió una fuerte dotación de militares ingleses para dar respuesta y desplazar a la milicia argentina.
El presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri realizaba un discurso desde los balcones de la Casa Rosada a ocho días del desembarco argentino en las Islas Malvinas. Una multitud se reúne en la Plaza de Mayo para expresar su apoyo a la recuperación de las islas. Una multitud corea: “el pueblo unido jamás será vencido”, Galtieri tiende a cerrar la mano en su saludo, el presidente de facto sintetiza en una frase su disposición a usar la fuerza, en caso de no prosperar las negociaciones de paz: “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Al referirse a su condición de presidente, el orador recibe nuevamente una silbatina. Se entona el Himno Nacional y Galtieri saluda con los brazos en alto.

El desalentador escenario político, social y económico que Argentina protagonizaba en ese entonces, funcionó como principal motivación para que la dictadura cívico-militar decidiera, de forma apresurada y sin mayores estrategias militares, realizar un acto patriótico y heroico que mejorara su imagen como gobierno. Sin embargo, el fracaso y derrota de las tropas argentinas deterioró aún más su imagen.
Por lo tanto, la realidad de la guerra de Malvinas no fue otra que la de una clara desventaja de la milicia argentina frente a las fuerzas inglesas, que estaban mejor preparadas y contaban con un armamento superior en fuerza. Nuestros soldados, jóvenes que fueron alistados de forma obligatoria y otros que lo hicieron voluntariamente, fueron mantenidos en precarias condiciones durante los meses en que se produjo la guerra. La falta de comida, de armamento, de comunicación, de directivas claras y coordenadas precisas, fueron moneda corriente para una misión de semejante calibre.