
La cacería de lobos y el polémico descubrimiento del continente antártico
La persecución de las presas llevó a los cazadores rioplatenses a las zonas antárticas
Por Cristina Montalbán y Ricardo Capdevila
La confirmación pública de la existencia del continente antártico se dio con la denuncia del avistamiento de las Shetland que realizó -en febrero de 1819- el capitán William Smith. El hecho tuvo lugar cuando el barco de
Smith, cargando mercaderías para el Río de la Plata y Valparaíso, resultó desviado de su ruta por vientos contrarios que lo obligarona tirarse hacia el sur para rebasar el cabo de Hornos. “En posición 62° S, 60° W, Smith avisó la costa de una isla cubierta de hielo, lo que denunció en el puerto chileno, pero sin que le dieran credibilidad.
En 1915 Guillermo Brown, del Río de la PLata, llevado por un temporal, alcanzó los 64°, y anotó en su bitácora que se hallaba próximo a tierra.
Llegado a Montevideo, comentó su descubrimiento, y en viaje hacia el mismo destino -en el mes de octubre- volvió
a desviarse, observando nuevamente las islas australes, a las cuales bautizó como Nueva Bretaña del Sur y tomó
posesión de estas para su corona. Sin embargo, hoy es aceptado que el descubrimiento físico de la Antártida se
concretó por expediciones pesqueras, en relación directa con la explotación de la fauna marina del Atlántico Sur occidental y del Océano Glacial Antártico. Según esa teoría, la persecución de las presas -que en su huida emigraban cada vez más al sur- habría llevado a los cazadores rioplatenses a las zonas antárticas, silenciando su descubrimiento para evitar la competencia sobre los beneficios de tan redituable explotación.
La prueba principal la constituían los excepcionales volúmenes de captura, como los registrados por los buques Pescadora Director, propiedad de Juan Pedro Aguirre, o el de la polacra San Juan Nepomuceno, que ingresó al puerto bonaerense en febrero de 1820 con más de 14.000 cueros. Podemos agregar además que el citado Aguirre
había solicitado -el 18 de febrero de 1818- al consulado de Buenos Aires la autorización de una factoría foquera y ballenera, en las islas que el designaba como “próximas al Polo Sud”.
Otro episodio probatorio de las incursiones de los loberos del Plata en las islas ubicadas al sur de los 60º lo
constituye el hecho ocurrido en setiembre de 1819. En esa oportunidad Nathaniel Palmer, segundo del brick Hersilia, luego de auxiliar al lobero argentino Spiritu Santo en el ingreso al puerto en las islas Malvinas, enterado de que este se dirigía a un punto donde había gran abundancia de animales, le siguió las aguas y logró al fin encontrarlo en una de las islas Shetland, posiblemente Decepción.
Sin entrar en polémicas, el análisis de la situación nos lleva a concluir que más que el responsable del hecho, lo importante fue el resultado; el descubrimiento del secreto o de la ruta constituyó el inicio de un ciclo que
culminó con la depredación de focas y lobos marinos en la región. Según investigaciones practicadas, entre 1819 y 1824 se desarrollaron cinco temporadas de intensa y devastadora cacería de focas antárticas.
Para dar idea de la matanza -de acuerdo a los cálculos del capitán James Weddell- en la temporada de 1822
se habrían extraído 1.200.000 pieles, lo que significó la virtual extinción de la especie. Entre 1842 y 1848 se podría ubicar un breve renacimiento de la actividad foquera. A partir de 1874, con las expediciones enviadas desde Stonington, durante las temporadas de verano, que concluyen en 1889, los foqueros norteamericanos -a los que se unió un importante número de buques de Nueva Escocia- restablecieron la actividad en un nivel que comprometió las posibilidades de recuperación de la densidad poblacional de estos animales.
En tales condiciones, solo quedaron operando en el área algunos buques de puertos de esta parte de América,
replegándose los demás a sus antiguos cazaderos árticos.
El ciclo lobero había llegado a su fin, comenzando en definitiva la era de la caza de la ballena, después de haber
coexistido ambos ciclos en un mismo período.•